LA VIDA EN PANDEMIA

Por Sofía


Es bien sabido que la pandemia golpeó a las personas en ámbitos tanto sociales, psicológicos, y físicos. Se nos vino encima un estilo de vida al cual no estábamos acostumbrados, el de detenerse. El encierro nos dio tiempo de pensar, conocimos nuestros tiempos reales, y por fin luego de varios años priorizamos a la familia. Nos cuidábamos, y en cierta medida suelo pensar que también nos preocupamos y fuimos al menos un poco conscientes del daño que le estábamos causando a la tierra luego de años de no parar.
Nací en Santiago de Chile, un lugar en donde solo eres un pequeño engranaje en un mecanismo enorme. Me trasladé a la edad de 5 años a vivir junto a mis padres y hermanos a un hermoso balneario de la V región de Chile. Unos hermosos años de aire marino y olor a húmedo.

Luego de esto volví varios años a Santiago para continuar mi educación básica, nacieron el resto de mis hermanas, y comencé mi educación media. Estos años fueron de caos, y estrés por el colegio, además de cansancio y desgaste que se nos veía a todos víctimas de la gran urbe y su movimiento incesante. Todo se volvió color de arcoíris, cuando decidimos dejar la rutinaria vida urbana, para trasladarnos a un tranquilo y fresco pueblo de la V región, un lugar en donde aprendí a apreciar la vida campesina con sus pausas, la naturaleza y los animales. Tuve mi primer perro y llevamos una granja con 1 oveja, 3 cabras, gallinas, gansos, patos y conejos a un nivel de mascotas, y los amábamos tanto como nuestros cánidos amigos. Éramos sin duda una familia inmensa. Y por supuesto, que esta vida parecía hecha a nuestra medida, era lo que siempre ni siquiera imaginábamos que queríamos. Si me detengo a pensar, en este año, que fue sabático, de búsqueda, nuevas experiencias, tira y encoges, fue como si el tiempo comenzara a contar de manera real, éramos conscientes de la manera en la que vivíamos. Puedo recordar las llamadas a Santiago a nuestros seres queridos, y notar que sus vidas seguían en aquel caudaloso ritmo, en donde un tiempo de dispersión era cosa de lujos, algo que ellos no podían permitirse siempre, y de verdad espero que un poco de nuestra experiencia, los haya sacado de su caos, en aquellas hermosas noches de fogata, y de conversación.

Tras otro empujón, acabamos a principios del 2019 por volvernos a mudar, esta vez el destino era sin duda más lejano. Todo en mochilas, nuestros perros arriba del auto, algunas gallinas, y partía otra historia.

Estábamos entonces entrando a terrenos completamente desconocidos. Llegamos a Villarrica un 06 de marzo del 2019 a eso de las 18:00 de la tarde. En un día que nos recibía lluvioso y gris. Con naturaleza turística, Villarrica recibía a cientos de turistas, y la ciudad parecía vivísima. Quien diría que varios meses después todo sería tan drástico .En diciembre de ese año una pandemia parecía querer detenerlos a todos. De sopetón no habían turistas, las calles estaban vacías, y todo parecía ser posesión de las aves. Probablemente todo habría sido así de drástico y chocante, de no ser porque siempre estuve en el campo. Tuvimos la gran suerte de llegar a parajes completamente aislados de la urbanidad, y con vecinos a más de 200 mts. Viví la pandemia en total libertad, caminando por bosques, y ejercitándome al aire libre. Aprendí algunos acordes de guitarra, mejoré mi fotografía y practiqué ciertas lenguas. Las compras eran lo de menos, pues se realizaban cada cierto tiempo y con todos los resguardos posibles.

Todo parecía estar fuera de contexto para mi, pues en las noticias (que llegaban oralmente a mi) se hablaba de las grandes urbes con contagios y muertes a la orden del dia, gente molesta por el encierro, salud mental en deterioro, niños con alto estrés por las clases remotas, y etc.

Con todo y eso nunca me permití caer en la desesperación, y animaba a mi familia Santiaguina a poder (pese a todos los detractores) a moverse a lugares menos poblados. Pues mis abuelos, principales víctimas, viven en vecindarios apretadisimos con patios cementados de 3x3mt

Con un mundo que parecía derrumbarse, con naciones completas aisladas, compañías en quiebra, noticias de máximo pesar, y restricciones en todo... no dejé de pensar en lo afortunada que era de estar viviendo esta pandemia lejos de ella.





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